Nada más el ridículo hizo el senador “veleta” Jorge Carlos Ramírez Marín, pues en los últimos dos años estuvo negociando con la cúpula su incorporación a Morena con vistas en convertirse en el candidato a la gubernatura de Yucatán, pero ayer declinó en su aspiración.
Treinta años en la política tirados a la basura, pues Ramírez Marín no sabe tomar decisiones; ya tenía amarrada una candidatura en la coalición PAN-PRI-PRD, y la rechazó pensando que Morena lo designaría candidato a gobernador.
Desde su vergonzoso fracaso electoral en el 2021, cuando perdió la alcaldía de Mérida, Ramírez Marín reforzó la relación que ya tenía con la 4T.
Hace 15 días “salió del closet” y se afilió al Partido Verde, satélite de Morena, pensando en abanderar la candidatura a la gubernatura por la Cuarta Transformación.
Ayer declinó a su sueño de ser gobernador con el argumento de que “de ninguna manera puedo admitir convertirme en un factor de desunión o división que merme las fuerzas” de Morena.
“Vine a sumar y a crear una plataforma imparable que convenza a la ciudadanía de un cambio real”, aseguró el “gordito” Marín. La realidad es que los morenistas de Yucatán no lo quieren.
Al final de cuentas, declinó a favor de Joaquín Díaz Mena, quien también aspira a ser gobernante desde el 2012. No entendemos que apoyo le puede brindar a Huacho, si en Morena el “gordito” no tiene ningún peso.
Esta es la tercera vez que Ramírez Marín frustra su sueño de ser candidato a mandatario estatal.
La primera vez fue en el 2012, cuando Ivonne Ortega lo vetó.
La segunda ocasión fue en el 2018, cuando Rolando Zapata Bello también lo vetó.
Este año nadie lo vetó, él solito se puso la soga al cuello, al pasarse a un partido donde nadie lo quiere.
La realidad es que no tiene nada que aportarle a Huacho Díaz Mena, como tampoco a la 4T. Jorge Carlos ya debería pensar seriamente en jubilarse y disfrutar lo muchísimo que ha ganado en 30 años.